Desde: 13 de Oct de 2017
Hasta: 12 de Nov de 2017
Austria, Castillo de Hartheim, alrededor de 1940. Hans, Lotte, Paul, Agnes, Heyde y Roland se encuentran en una sala parecida a un baño. Antes de que se realice la desinfección los seis recuerdan, hablan, cantan y bailan. Nos dicen quiénes son y por qué están ahí.
Los personajes cuentan su historia momentos previos a su muerte utilizando para ello el lenguaje del cabaré.
Nota de los directores
Alemania, 1939. Hitler declara la guerra. Al mismo tiempo, autoriza la eliminación de quienes para los nazis son vainas huecas, vidas indignas de ser vividas, cáscaras vacías. Así llaman a las personas con alguna discapacidad. En los años previos han estado haciendo una labor de propaganda cargada de argumentos económicos. Las personas con capacidades diversas no solo son malas hierbas que hay que arrancar para que el pueblo alemán sea saludable y productivo, sino que además son una carga de la que es preciso deshacerse porque cuestan mucho dinero. La ciencia puntera de la época les provee de discurso teórico: la eugenesia está de moda. Quien no es capaz de alimentarse, de procurar su sustento, debe morir. Es una “ley natural”. Es así como surge la Aktion T4, el programa secreto de asesinato de personas con alguna discapacidad, cuya ejecución supuso además el entrenamiento del personal y la puesta a punto de procedimientos que se usarían después en los campos de exterminio. Fueron las primeras víctimas, desamparadas a causa de su pobreza o del abandono familiar. Y en la mayoría de los casos plenamente conscientes de su destino.
Entre 1939 y 1945 científicos, médicos, enfermeras, cuidadores, mataron a más de 200.000 personas aplicando lo que llamaron eutanasia a quienes calificaban no aptos para la comunidad. Apenas se ha hablado, o se ha hablado poco, de estas víctimas. Como si su sufrimiento y su muerte no contara o importase menos. Con ellas se experimentó, sus cadáveres se dibujaron en atlas de anatomía y sus cerebros formaron parte de “colecciones científicas” de respetados institutos. Médicos responsables de su asesinato siguieron ejerciendo, enseñando y recibiendo honores y reconocimiento…
El castillo de Hartheim, el lugar donde transcurren los hechos que se narran en Cáscaras vacías, fue uno de los seis establecimientos donde se realizaron estas matanzas a manos de personal sanitario tanto como de personal militar. Unos de los aspectos más terribles de esta terrible historia es que quienes cometieron estos asesinatos fueron científicos, hombres y mujeres educados, personas de su tiempo envueltas en la indiferencia de una sociedad anestesiada por la burocracia y la propaganda. Una sociedad preocupada por la salud, la excelencia y la productividad, extraordinariamente parecida a la nuestra.
Pero esta información, con toda su dureza, no significa nada si no podemos imaginar e intentar ponernos en el lugar de las víctimas o, al menos, mirarlas a la cara. Eso hemos querido. Acercarnos. Acercarnos hasta ver sus rostros, escuchar sus voces, sentir sus presencias. Y contar sus historias.
Laila Ripoll y Magda Labarga
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Magda Labarga y Laila Ripoll
Magda Labarga y Laila Ripoll
Natalia Abascal, Raúl Aguirre, David Blanco, Patty Bonet, Ángela Ibáñez y Jesús Vidal
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