‘Ni con tres vidas que tuviera’, perdona pero no olvida
22/05/2017
Mayelit Valera Arvelo
La obra ‘Ni con tres vidas que tuviera’, que se presentó en Nave 73, escrita por José Pascual Abellán, bajo la dirección de Sergio Arróspide, es una pieza estremecedora que toca el alma con cada una de sus frases, un texto contundente, desgarrador, donde la puesta en escena queda en segundo plano al contar con una historia tan inquietante, que en la piel de estos tres magníficos actores, conquistan a los espectador con una historia inspirada en hechos reales.
Todo gira alrededor de un hombre que ha hecho algo malo y que ha pagado por ello, pero ahora le toca enfrentarse a la prueba más difícil, mirarse cara a cara con la realidad. Inspirada en la entrevista que el periodista Jordi Évole realizó al ex etarra Iñaki Rekarte en su programa Salvados (La Sexta). La obra sitúa la acción en el momento en que este hombre, luego de cumplir su condena, vuelve a la vida donde un día sembró horror. Ahora le toca enfrentarse a las preguntas de una periodista como antesala al encuentro más complicado, el verse cara a cara con la familia de sus víctimas.
Al entrar a la sala te llega el olor de hojas secas que cubren una franja del escenario. Más atrás una mesa con dos sillas del lado izquierdo del espectador, en el medio un árbol, y del lado derecho del público una silla, solo eso acompañará a los tres actores que harán tragar fuerte al público con confesiones estremecedoras. Ellos son: Lucía Esteso, Borja Maestre y Esther Vega, quienes reviven en las tablas una verdad con mucha fuerza, haciendo respirar profundo al público ante tanta injustica.
Comienza la obra, entra el ex etarra para sentarse en la mesa junto a la periodista, y dar comienzo a una conversación muy cruda donde él rememorara – luego de más de 20 años de cárcel – como fue capaz de hacer lo que hizo. Escuhar su historia te eriza la piel, ver cómo en busca de unos ideales, que tampoco tenía muy claro, asesinó a gente inocente. Su trabajo como actor es convincente, y sin muchos movimientos, embelesa con cada palabra. Sentado en la silla revela su historia y explica por qué lo hizo.
Y así como se va vaciando la jarra de agua que está en la mesa para calmar su sed, así mismo va quedando vació al desahogar todo lo que hizo y lo que siente, no se guarda nada; le dice todo a la periodista que pregunta sin descanso, y a quien le confiesa “que vivir no es nada fácil cuando se ha matado”. Sin embargo, ella le respode que todos merecen una segunda oportunidad, “pero soy un asesino. Ni aunque tuviera tres vidas podría pagarlo”.
Sin muchos cambios, solo palabras puzantes, dejan atónitos a los espectadores que se mantienen en silencio, casi ni repsiran ante lo que escuchan. Él,tan consciente de lo que sucedido, muestra su arrepentimiento de haberlo hecho. La periodista, interpretado por Lucía Esteso, lo escucha con detenimiento, lo graba, lo estudía, lo acorrala con sus preguntas, y al final necesita un respito. Y es que son muchas verdades que atraviesan el corazón. Mucha crueldad que hubo en un cuerpo joven, que ahora maduro reflexiona y desea seguir viviendo.
Por otra parte, está la hija de la víctima, interpretada por Esther Vega, quien no comprede cómo un asesino, ahora liberado, sale en las portadas de los periódicos como alguien importante. ¿Dónde queda su dolor, su impotencia y sus sentimientos?, ¿que está pasando con la realidad, dónde queda el pasado?. A ella la domina la rabia, la incongruencia y muchas emociones.
Entra el juego de ese culpable al cual deseas ver que sufra al máximo, pero que a la vez tiene derecho a una segunda oportunidad, ¿pero con qué valor lo haces, cómo perdonas cuando alguien te ha hecho tanto mal? Un apretón de mano y la palabra perdón son el telón de cierre de esta contundente e impactante historia que se revive en las tablas con histrionismo. Un equipo excepcional que tiene en sus manos un excelente texto, con una acertada dirección y actuaciones magistrales, quienes logran hacer cómplice a todos los espectadores.
Un trabajo actoral impecable, cargado de autenticidad y realismo, donde algunos de los presentes no se pueden contener ante tanta verdad. Y es que hay sucesos en la vida que se quedan grabados en la piel como una cicatriz, siempre estarán ahí, por eso muchas veces se puede perdonar, pero no olvidar.
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