‘La Ternura’, el juego del amor y el secreto de una vida plena
13/02/2020
Susana R. Sousa
Inspirada en Shakespeare, ‘La Ternura’ nos regala una de las mejores comedias sobre el amor en tiempos coléricos.
Alfredo Sanzol, Premio Nacional de Literatura Dramática 2017 por ‘La respiración’, quería escribir una comedia romántica de leñadores y princesas, traspasada por la pasión y un deseo común: “encontrar la Ternura como sea y donde sea, con quien sea”. Y escribió La Ternura, una obra tempestuosa y divertida en la que cada personaje tiene el nombre de un color. Una obra que nos habla de la vida, de las relaciones humanas y de la necesidad, a veces imperiosa e involuntaria, de amar y de ser amado.
Alfredo Sanzol ha escrito y dirigido una comedia shakesperiana en tiempos posmodernos, creando una coreografía sublime, algo que le coloca en el podium de los más audaces. En escena, tres actrices y tres actores con una historia que contar, una narración que les mueve a la acción y que, gracias al conflicto, no da tregua a la risa. Porque ya lo dijo Sanzol en una ocasión “todo en la vida produce problemas, todo, hasta lo mejor”. Y el conflicto en ‘La Ternura’ no termina hasta que cae el telón, o quizás ni siquiera, porque luego sucede lo que no vemos.
Todo comienza y es posible gracias a la valentía de la reina Esmeralda (Elena González) y sus hijas, la princesa Salmón (Natalia Hernández) y la princesa Rubí (Eva Trancón), que deciden huir de un futuro mediocre al lado de hombres que no aman. Dos matrimonios de conveniencia, para evitar las guerras entre reinos que se odian, a los que la reina Esmeralda no está dispuesta a ceder. La libertad de sus hijas y la suya propia son más fuertes que el miedo a perecer en una tormenta, aunque gracias al manto prodigioso, se salvan y logran llegar a una isla desierta para empezar de nuevo sin hombres.
Y aquí surge uno de los primero problemas: en la isla viven tres hombres que también están allí huyendo de las mujeres. El leñador marrón, el padre, al que da vida el actor Emilio Gavira, es un hombre que solo quiere vivir tranquilo y tras veinte años en la isla, sin mujeres, parece que ha conseguido su objetivo. Sus hijos, el leñador verdemar (Paco Déniz) y el leñador azul cielo (Juan Ceacero), abnegados seguidores de su padre, no han tenido mucha oportunidad de elegir la vida que quieren, pero no son conscientes de ello hasta que llegan a la isla las tres mujeres.
El argumento es sencillo, así como la escenografía, que se limita a unos grandes cortinajes por donde los actores aparecen y desaparecen, sin embargo, el trabajo actoral y de dirección tiene alta complejidad. Porque, aunque el argumento es sencillo, el texto no lo es y el ritmo que impone la trama obliga a los actores a estar en alerta constante. La comicidad se manifiesta desde el comienzo y no pierde espacio en ningún momento. Paco Déniz tiene intervenciones estelares, sobre todo en el momento en el que su personaje se desdobla, así como Elena González, cuya interpretación es una de las más destacables. Siempre sin desmerecer al resto del elenco, que, sin duda, hacen un trabajo extraordinario.
Para rizar el rizo y para hacer, si cabe, más rica la experiencia, Sanzol nos propone un juego: encontrar en los diálogos de La Ternura los títulos de las catorce comedias de Shakespeare.
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