Pasado y poesía en ‘La piedra oscura’
12/09/2016
María Sainz-Trápaga Carbajo
Ya sabemos que el teatro es una maravillosa herramienta para transmitir y comunicar, así como para viajar en el tiempo.
Ayer por la tarde, todos los presentes en el Teatro Galileo hicimos un emotivo viaje al pasado, al recuerdo y a la memoria. Tuvimos unos excelentes guías, eso sí… Son sólo dos personajes, pero representan a miles de personas.
Daniel Grao se desnuda emocionalmente, para ofrecernos toda su verdad sobre el escenario, o mejor dicho, toda la verdad sobre ese Rafael Rodríguez Rapún, amante y compañero de Lorca, en una interpretación redonda. Y es que Grao logra en seguida la empatía del público con su personaje, tan humano y esperanzador, y la vez, sentenciado y hundido. Tampoco se queda atrás su compañero de escena, Nacho Sánchez, sin duda, toda una revelación que supera con creces este reto interpretativo. Sánchez da vida a Sebastián, un joven absolutamente devastado y consumido por la culpa y el pasado, y al que poco a poco Rafael vuelve a humanizar e ilusionar con la vida.
Al excelente trabajo actoral, hay que sumarle el regalo que nos hace Alberto Conejero con su impecable texto, compuesto por diálogos sencillos, pero a la vez tremendamente emotivos y desgarradores. Y la dirección de Pablo Messiez, que evita caer en sentimentalismos banales, para darle al texto el protagonismo que se merece, prescindiendo de todo aquello que no sea meramente necesario para el desarrollo emocional de los personajes.
Quizás sea ese el secreto de ‘La piedra oscura’, que todas las piezas encajan de una forma casi poética, para recordarnos que el poder de la palabra es un potente instrumento para un cambio a mejor.
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