‘La perra (o la necesidad de ser amado)’, el abrazo que reconforta y duele
19/10/2019
Susana R. Sousa
Marisol es una perra vieja y castrada que fue maltratada y que tiene miedo a los hombres y a los petardos. No caza, aunque sea una pointer cruzada, pero le gusta el campo y, sobre todo, ama estar con su familia. Una familia que también la ama y por eso cuando se pierde, hace que ellos también se pierdan un poco.
La familia. Ella, la mujer embarazada, madre ya de una niña lista y rara que no se lleva bien con sus primas. Él, un hombre listo y bueno, pero un hombre al fin y al cabo como dice la madre de ella, la abuela, que tiene sus propias ideas sobre Dios y sobre las películas. También está la niña, imaginativa como su madre, con la fantasía y el amor por los animales por bandera. Luego está la hermana y el marido de la hermana, y el abuelo que también hace lo que puede. Marisol se pierde y durante días su familia, sobre todo ella, la mujer embarazada, la busca incansablemente.
La búsqueda de la perra dispara el drama, salpicado de comedia y de reflexión sobre aquellas cotidianidades que, a veces, nos aplastan. Vivir es alegría y dolor y esta dicotomía la refleja muy bien la compañía malagueña ‘Tenemos gato’ en todos sus trabajos. Ya lo hizo con ‘Felicidad’ (finalista a los Premios Max 2018) y lo vuelve a conseguir en ‘La perra (o la necesidad de ser amado)’.
Un mapa de sentimientos y de sensaciones que alberga un texto sencillo tejido de complejidad en el que los actores son libres de improvisar (sello de la compañía). Cinco actores que interpretan a quince personajes en un espacio cuya escenografía no cambia en toda la obra. El maravilloso campo de trigo diseñado por Alessio Meloni y delimitado por un marco en el suelo del que los actores salen para cambiar su atuendo. Aunque, a veces, se cambian en medio del campo. No hay trampa ni cartón, todo está a la vista, incluso los ejercicios de los propios actores antes de comenzar la función. Y los abrazos.
Ver ‘La perra (o la necesidad de ser amado)’ es instalarse en la intimidad de las relaciones humanas, enfrentarse a ellas y ser partícipe de la belleza y la fealdad que somos y que nos rodea. Cada uno de los personajes nos abre la puerta a un mundo conocido, pero poco frecuentado. O frecuentado de puntillas: la pérdida, la soledad, el amor…
Una familia que cena unida en Noche vieja, pero que está traspasada por contradicciones y desesperanzas, como todas, por la falta de comunicación, porque nadie es perfecto y porque seguimos intentándolo. ‘La perra’ es una obra que te abraza y te zarandea al mismo tiempo. Te susurra y te grita. Los cinco intérpretes hacen un trabajo no del todo sencillo al cambiar de personaje, de registro, en plena escena. Las conversaciones entre ellos no esconden el trabajo de campo que sin duda ha realizado Cristina Rojas, autora y directora, al contrario, denotan el periplo humano por el que ha tenido que transitar al escribirlas.
El teatro también es una forma de cambiar el mundo y ‘Tenemos gato’ lo sabe desde sus comienzos, hace ya diez años.
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