La compañía británica Mischief Theatre ha vuelto a soñar con una función que se convierte en una pesadilla, aunque no para el público que tiene la suerte de verla materializada

Henry Lewis, Jonathan Sayer y Henri Shields han consumado su trío escénico y ya no hay nada que les salga bien, aunque se empeñen en hundir cada función. Dicen que el Dios de la Comedia les rinde pleitesía y que ya no tienen que caminar de rodillas por el West End implorando aplauso. Los tienen todos.

‘La función que sale mal’ se estrenó en Londres en 2012 y desde entonces no ha dejado una butaca libre. Ha viajado a Broadway y a más de 30 países con ese pan bajo el brazo que parece que no se acaba nunca. Este año, por fin, ha llegado a Madrid bajo la dirección de Sean Turner y David Ottone (Yllana). Además de estos dos directores y el texto de los que algunos han comparado ya con los nuevos Monty Phyton, ‘La función que sale mal’ está muy bien protegida por un elenco de actores y actrices insuperable. Pero no solo, la fantástica escenografía diseñada por Nigel Hook es una pieza fundamental para que la obra salga mal y funcione a las mil maravillas.

‘La función que sale mal’ no es solo una obra de teatro y sus protagonistas no son solo actores. El texto no se limita a poner voz a una pesadilla muy bien armada, sino que vibra sobre el papel dando lugar a un artilugio cómico de cinco estrellas. Dos horas de función que cautivan desde el umbral de la entrada, donde la trama se mezcla con la realidad y los actores con el honorable que va llenando el patio de butacas. Hay que empezar a fijarse en lo que ocurre en escena y fuera de ella incluso antes de ocupar el asiento, pues eso nos dará una mirada más amplia del conjunto total de la obra. Una obra con un ritmo vertiginoso que en ningún momento pierde fuerza ni coordinación y en la que los actores y actrices conforman una melodía perfecta.

El argumento es el siguiente: un grupo amateur de teatro estrena su nueva obra de misterio y la presenta al público con gran emoción. La función del estreno es un momento decisivo en la trayectoria de una obra y ahí radica la importancia de que todo salga como se ha previsto. Y ese todo es un engranaje en el que cada pieza (escenografía, atrezo, texto, actores, luces, música) tiene que encajar a la perfección para que el ritmo no decaiga. Así tiene que ser en una comedia que encierra una obra de misterio en la que, desde su inicio, nada está en su sitio, pero en las que los actores no pierden nunca de vista el texto. Y de ahí surge la comicidad de la obra: de las habilidades de cada uno de los personajes, actores por partida doble (en la obra de misterio y en la comedia), para que la función llegue a su fin a pesar de todas las dificultades. Dificultades controladas al milímetro que dejan constancia del tremendo trabajo que supone construir una obra coral y de la importancia de cada detalle.

La obra se tiene que representar y el personaje, pase lo que pase, no puede dejar la escena. No puede rendirse ante ningún percance o accidente que pueda surgir mientras se desarrolla la trama. Y no lo hace. Por eso, ‘La función que sale mal’ sale tan bien y es uno de los montajes mejor armados y más divertidos de la cartelera actual madrileña.

Vayan a verla, no se arrepentirán.