‘He nacido para verte sonreír’, la fugacidad de un último abrazo
08/03/2017
María Sainz-Trápaga Carbajo
«Cuando leí He nacido para verte sonreír quedé impactado por la valentía de Santiago Loza al dejarse escribir y darle existencia a ese cuerpo lleno de contradicciones que es Miriam», Pablo Messiez.
Miriam recuerda y reflexiona en voz alta durante los 90 minutos que dura la obra, en presencia de un hijo al que hace tiempo una enfermedad le mantiene ausente y apartado de toda realidad. «¿Dónde estás ahora?», le pregunta angustiada una y otra vez. A través de estos recuerdos y temas aparentemente banales y rutinarios, se vislumbran grandes verdades.
Isabel Ordaz se entrega en cuerpo y alma a este personaje tan humanamente bello, frágil y destrozado por dentro. Hace suya a Miriam, una madre con la ardua tarea de despedirse de un hijo con problemas mentales y del que ya no puede hacerse cargo.
Y centrándonos en la otra pieza del puzzle, en contraposición a la verborrea dialéctica de Ordaz, tenemos al joven Nacho Sánchez, cuyo continuo silencio inunda la sala, nos inquieta y deja totalmente sobrecogidos. Tan cerca y a la vez tan lejos, las expresivas miradas del actor le sitúan a la misma altura interpretativa que la veterana actriz. A través de la música del radiocasete de la cocina, se nos permite vislumbrar un ligero atisbo de cordura y realidad, como si estuviéramos observando a escondidas la única válvula de escape de una persona atrapada.
Lejos de transmitir paz o sosiego con esta ausencia total de palabras, Sánchez nos traslada a un mundo turbio e inquieto del que solo él es dueño. Todo ello envuelto por una desconcertarte, hiperrealista y simbólica escenografía creada por Elisa Sanz, una cocina en ángulo en la que los personajes parecen estar atrapados.
Sin suda Messiez nos vuelve a demostrar una vez más su indudable talento, esta vez dándole forma a este texto del dramaturgo y cineasta argentino, maestro en retratar personajes femeninos con delicadeza y horror. Una montaña rusa emocional, a veces extremadamente dura y otras aderezada con leves pizcas de humor.
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