‘Fedra’, el amor que todo lo puede y lo destruye
20/09/2018
Susana R. Sousa
El mito
Fedra era hija de los reyes de Creta, Minos y Pasífae y hermana de Ariadna, seducida por Teseo y abandonada por éste tras ayudarle a salir del laberinto del Minotauro. Teseo se casó con Fedra, tras abandonar a la amazona Antíope, con la que tuvo un hijo: Hipólito, amante de la caza y seguidor de la diosa Artemisa. Artemisa, enamorada de Hipólito, no gozaba de los amores de éste, por lo que hizo que Fedra se enamorara de él sabiendo que él la rechazaría. Fedra, siempre fiel y sumida esposa, se ve arrebatada por un deseo incontrolable y trata de consumar la relación con su hijastro. El rechazo de éste sumado al miedo que le producía que Teseo se enterara de lo sucedido, la lleva al suicidio, no sin antes dejar escrito que Hipólito había intentado violarla. Teseo, al encontrar muerta a su esposa y leer la nota, desterró a su heredero Hipólito invocando a Poseidón, su padre, el dios de las aguas, para que lo matara. Hipólito no muere en el momento, sino que queda malherido y es llevado hasta Teseo. Artemisa entra en escena para explicar a Teseo que Hipólito nunca ha abusado de Fedra, sino que Afrodita hizo que ésta enloqueciera por su hijo. Hipólito perdona a su padre antes de morir por haberle juzgado sin averiguar la verdad.
Amor, traición, muerte, desamor, culpabilidad… una auténtica tragedia griega de la que también se desprende cierta crítica a la devoción ciega a los dioses.
Paco Bezerra ha tomado el mito de Fedra y le ha dado un giro hacia el origen de la primera versión sobre el personaje que escribió Eurípides. Una Fedra mucho más ardiente y combativa, pero también una mujer llena de contradicciones. Son tres los estados por los que pasa esta Fedra interpretada de forma espléndida por Lolita Flores. Veamos cuáles son y cómo se entretejen con el resto de la tragedia.
El corazón
La escenografía, obra de Mónica Boromello, está compuesta por una serie de paneles que parecen conformar el plano de una isla. En ellos se proyectan diferentes imágenes a lo largo de la obra y en el centro se abre una gruta por la que aparecen los personajes. Teseo (Juan Fernández) e Hipólito (Crípulo Cabezas) son los primeros en aparecer, pero lo hacen por los laterales del escenario. Lejos del corazón. Lejos del volcán. Discuten sobre las obligaciones de Hipólito como futuro rey.
Tras su conversación, hacen mutis y entonces resuena lo que parece el latido de un corazón gigante que bombea al fondo de la gruta. Al tiempo que bombea, se ilumina en rojo de forma intermitente, para darle más efecto a la escena y más significado a lo que va a suceder. Aparece Fedra (Lolita Flores) caminando despacio, descalza, desvalida y con el cabello sobre la cara. Está sumida en una desesperación que no se desvelará hasta unos minutos después, cuando Enone (Tina Sáinz), su fiel sirvienta, consigue que hable, por fin.
En esta primera parte, Fedra se avergüenza de lo que siente por su hijastro Hipólito, pero según avanza la conversación con Enone, germina en ella una necesidad imperiosa de dejarse llevar por su deseo y de defender su amor. La discusión con Enone y con su hijo Acamonte (Eneko Sagardo), que en seguida generaliza sobre la perversidad de todas las mujeres, le da fuerza para reivindicar un amor cargado de vida. Y aquí está su segundo estado rojo sangre, como el corazón de la gruta. Y es allí donde se encamina vestida y calzada para dejar que el amor entre en ella y le otorgue la libertad que no ha tenido nunca.
El amor por su hijastro no llega a consumarse, pues Hipólito, horrorizado, la rechaza. Entonces, se sobreviene el tercer estado de Fedra, que aunque vuelve a sumirse en una culpabilidad generada por el enfrentamiento con la realidad, no está dispuesta a dejarse atrapar por ella, y, quizás en nombre de todas las mujeres, toma una decisión que no es ya obra de Eurípides, sino del genio de Paco Bezerra.
Estamos ante una ‘Fedra’ con unas interpretaciones contundentes, a destacar, por supuesto, el trabajo de Lolita Flores, que no se desborda, sino que mantiene el equilibrio entre la furia y la contención. También son sobresalientes los despliegue dramáticos de Tina Sáinz y Juan Hernández. Críspulo Cabezas interpreta a un Hipólito que pasa a un segundo plano en esta versión de Bezerra, pero que demuestra una belleza moral alejada de otras versiones del mito.
Un montaje que nos revela otras caras de la polémica Fedra, pero también otras formas de hacer teatro
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