‘El rey Lear’ de Atalaya nos devuelve al Shakespeare más humano
16/02/2020
Susana R. Sousa
‘El rey Lear’ es el segundo drama shakesperiano de la compañía andaluza Atalaya, un montaje con 6 Premios Lorca del Teatro Andaluz
A la mañana siguiente del estreno de ‘El rey Lear’ en Sevilla, Javier Paisano escribió: “En un acto de justicia cósmica, le han dado el papel de Lear a Carmen Gallardo, posiblemente la mejor actriz de Andalucía”.
Ricardo Iniesta nos presenta una de las mejores versiones contemporáneas de Lear sin perder de vista, ni un instante, el texto de Shakespeare, pero con interesantes aportaciones. El elenco, formado por cinco actrices y cuatro actores de la compañía Atalaya, además de interpretar a los personajes principales, se desdobla en el coro. Un coro que recobra la fuerza clásica y se convierte en una de las notas clave del virtuosismo de este montaje.
‘El rey Lear’ de Iniesta nos presenta a un rey hundido, abandonado y loco en un reino en el que campan a sus anchas la ambición y el abuso de poder. Shakespeare planteó el conflicto de un padre que antes de repartir su reino entre sus tres hijas, desea saber quién le ama más. Las palabras lisonjeras de las dos mayores le hacen tomar una decisión equivocada al entregarles a ellas el poder y desterrar a la pequeña Cordelia, más parca en alabanzas, pero más limpia de corazón.
Una obra de esta envergadura solo puede hacerse bien, no caben las medias tintas y de eso denota ser consciente todo el equipo de Atalaya. 140 ensayos han sido necesarios para dar luz a esta criatura de casi dos horas de duración en la que Carmen Gallardo nos muestra, una vez más (ya lo hizo en ‘Así que pasen cinco años’) el monstruo escénico que es. Y no solo ella. Sus compañeros de reparto acompañan su interpretación con otras no menos sobresalientes que, unidas a una puesta en escena arrolladora, a pesar de la sencillez de la escenografía, consiguen una obra de gran hondura estética.
“Los harapos dejan ver grandes vicios mientras togas y pieles lo tapan todo” dice Lear, en un momento de lucidez cuando ya, vestido con harapos, ha sido abandonado por sus hijas. Su figura representa las consecuencias de la ambición desmedida, el apego a lo material y la falta de empatía, al tiempo que pone de manifiesto la capacidad de adaptación del ser humano al conectar con la Naturaleza.
La música, los cánticos y las coreografías bordan un trabajo actoral potente y sin mácula. Un nuevo prodigio de Atalaya, una de las compañías más prestigiosas del país y Premio Nacional de Teatro 2008.
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