‘El plan’, la miseria que subyace
16/02/2018
Susana R. Sousa
Ignasi Vidal es, además de un lector incansable, cantante, actor, escritor, autor y director teatral. Tuvo una banda de rock con dieciséis años y ha participado en algunos de los musicales más afamados del panorama nacional. Se reconoce deudor del realismo de Chèjov y Baroja y ‘El plan’ es su primer texto. Un texto que llevaba escondido durante años en un cajón y que vio la luz gracias a su valentía, ya que se decidió a dirigirlo él mismo, y la de los actores que se embarcaron en el proyecto desde el principio.
He leído por ahí, antes de ver yo misma este montaje, que los diálogos de ‘El plan’ recuerdan a los de Tarantino, sin embargo, no ha sido esa mi impresión. Los diálogos son ágiles y pegados a la calle, eso es cierto, pero la realidad que los circunda no está bañada por las mismas aguas que la realidad de las películas del director estadounidense. Se trata de un libreto escrito en 2006, antes de que la crisis cayera sobre nuestras cabezas y el autor se inspira en noticias reales para contar la historia. Sin embargo, ‘El plan’ no nos habla de la crisis económica en un contexto social determinado, sino de las consecuencias de esa crisis en las personas. De las crisis personales. En concreto, de tres amigos que no pertenecen al grupo de los vencedores, sino al de los vencidos.
La escenografía nos presenta el salón de una casa a la que no le falta detalle (marco con foto de matrimonio, mesa alta con sillas, mesa baja con sofá, varios muebles, un cuadro con una escena de caza, un perchero…), pero carente de lujos. Es la casa de Paco (Javier Navares), un hombre de cuarenta y tres años que espera (y desespera) la llegada de dos amigos. Ramón (Chema del Barco), un hombre afable que lee libros de psicología y parece llevar una vida tranquila con su mujer y sus dos hijos, es el primero en llegar. Ambos trabajaban en la misma fábrica y a ambos los echaron cuando trasladaron la fábrica a Polonia, sin embargo, Paco lo lleva mucho peor que Ramón. Su desesperación se nota hasta en los gestos más nimios. La conversación entre ambos, mientras esperan al tercero, podría ser la conversación entre dos amigos cualquiera: ácida, divertida, algo cruel y corrosiva, pero sin mala intención. Los dos actores, cada uno con la cadencia de su personaje, enganchan con su interpretación. Son muy buenos y, aunque todo lo que cuentan parece banal, consiguen crear una atmósfera casi enigmática. Y uno de los misterios aparece con Andrade (Manuel Baqueiro), que llega tarde y provoca la reacción del ya crispado Paco. La entrada de este tercer personaje, supone un giro de guión, un golpe de efecto. Hace que aumenten las expectativas en el patio de butacas. Más risas. Su personaje es un tipo jovial que se toma la vida con alegría y que cuenta las historia de una forma divertida. La conversación continúa, ahora entre los tres, y nos va desvelando cada vez más detalles sobre sus personalidades y sus vidas.
El público ríe, porque el texto es muy divertido y las interpretaciones engrandecen el libreto, pero además, estamos ante un montaje con un grado de complejidad maravilloso. El engranaje de cada suceso y la posición que ocupa en la historia cada uno de los personajes, es vital para que la trama consiga cautivar al espectador desde el principio hasta más allá del final. Porque la historia de estos tres amigos continúa en tu cabeza mucho tiempo después.
Vayan a ver ‘El plan’ por favor, vayan.
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