‘El mal de la piedra’ ¿estás con la piedra o estás con la herida?
21/09/2019
Susana R. Sousa
“El Vacío Fértil, es ante todo una metáfora de nuestra postura optimista frente a la vida cuando ocurre un vacío existencial y, por consiguiente, la incertidumbre que este mismo genera. No nos paralizamos, accionamos para construir”.
La compañía El Vacío Fértil nos devuelve a la realidad más presente tocando un tema del pasado, una herida que sigue sin cerrarse debido a la falta de empatía y de entendimiento. Un pasado que está en la memoria de todos los españoles y que provoca, aún hoy, enfrentamiento y rencor.
La Sala Mirador se erige como parlamento ciudadano para mostrarnos, una vez más, su compromiso social con esta obra con la que arranca su temporada. “El mal de la piedra” nos traslada a la memoria más física, al lugar en el que descansa el horror de una guerra que no terminó con la fractura de un país sumido en la pobreza y el caciquismo. Pareciera que las cosas han cambiado desde aquella batalla, pareciera que hemos aprendido algo, sin embargo, la fractura no ha desaparecido.
Una restauradora de edificios históricos convencida de que la piedra que está intentando salvar alberga un museo de los horrores y un vigilante que cree que seguir dándole vueltas al pasado no tiene sentido. Estos son los dos personajes que Blanca Domenech, autora del texto, encierra en El Valle de los Caídos para enfrentarnos a nuestro pasado. Dice que el texto se le ocurrió tras una visita a este monumento, construido en uno de los parajes más bonitos de la sierra madrileña. Sentimientos encontrados, la repulsión por lo que el monumento representa y la belleza de su paraje, la llevaron a escribir ‘El mal de la piedra’.
Los protagonistas consiguen que compartamos con ellos la sensación de encierro, de frío, de soledad y de pesadumbre que les apresa durante toda la función. También hay miedo. El de ella ante el comportamiento del vigilante y también por lo que ocurre fuera de los muros y que llega en forma de gritos y proclamas que veneran el odio. Miedo a la violencia que genera más violencia y a aquellos que celebran la muerte.
Romina Pinto e Ivan Steinhardt son dos actores curtidos en los escenarios y su interpretación nos hace olvidarnos de que fuera de la sala la vida sigue. Dentro, el tiempo se ha detenido y asistimos a un desencuentro personal en el que podemos ver reflejadas las ideas de una gran parte de la sociedad. Aparentemente, el texto no toma partido por ninguna de las dos posturas, sin embargo, sí pone de manifiesto las contradicciones de cada una de ellas. La conversación entre el vigilante y la restauradora se mueve en terreno pantanoso, va de lo particular a lo general y de la calma a la exaltación. La puesta en escena se apoya en imágenes y sonidos que visten de intensidad a la trama.
El compromiso de El Vacío Fértil lo explica muy bien el director, Tony Lestingi, en el programa de la obra: “Como ciudadanos, como los seres responsables de nuestros pensamientos y acciones que intentamos ser; el hecho de mostrar a las generaciones venideras este presente oscuro y reiterativo planteado en el texto, es uno de los compromisos artísticos a asumir en esta apuesta”.
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