Criticas

‘Drácula’, el suplicio de la inmortalidad

29/01/2020

Mayelit Valera Arvelo

‘Drácula’, el suplicio de la inmortalidad

Un escenario enigmático, lleno de amores, placeres y oscuridad es la atmósfera que nos regala la obra de teatro ‘Drácula’.

Una propuesta teatral fascinante, con esa magia del vampiro inmortal que ocupa nuestras mentes, ese ser seductor de infinitas películas, relatos y obras que ha conquistado nuestro imaginario colectivo por años.

En esta oportunidad Drácula está en Madrid en el 2020, es una estrella de rock que ofrece conciertos. A su vez, también nos muestra su pasado, por eso viajamos al castillo en Valaquia donde recibe al joven Jonathan Harker. Nos muestra Londres para revelar su relación con Lucy y Mina. Nos revelará su primer encuentro con Alisande Renfield, una mente brillante que decidirá convertirla en vampiro para que viva con él hasta la eternidad, será su mano derecha. Es así como el presente y el pasado se entrelazan durante toda la pieza de manera perfecta; mientras Anastasia, una periodista que ha llegado para entrevistarlo, lo seduce para saber la verdad de su existencia. Según avanza el encuentro, la atracción entre Drácula y Anastasia va creciendo por el parecido con sus amores anteriores y dejándose llevar por emociones pasadas le relata su vida.

Ramón Sosa, quien también dirige, logra regalarnos un montaje cautivador, sostenido principalmente en texto, actores y luz, no hay efectos especiales para adentrarnos en este mundo vampírico que conocemos, y donde el chupasangre más cotizado de la historia seguirá seduciéndonos con su retórica, su franqueza y su persecución entre amores y presas. Su creador ha comentado que el espectáculo cuenta con un 60% de texto original y un 40% de su creación. La puesta en escena es protagonizada por Jacobo Dicenta, quien interpreta un Drácula genuino, revelador, más humano y cercano a sus espectadores. Junto a él Ana Azorín, Juan Carlos Talavera, Inés Kerzan, Ángela Peirat, Jordi Millán, David Degea, Ainhoa Quintana, Lorena de Orte, Guillermo López – Acosta y Laura de la Isla, un equipazo que suena al unísono, a un solo ritmo y con una misma concordancia de talento, entrega y profesionalismo, lo que permite que la pieza se desarrolle fluidamente.

En esta ocasión Drácula aparece en vaqueros, con su guitarra y sus zapatillas de goma, para cautivar a sus seguidores, y al final del concierto, hacer lo que mejor sabe hacer, saciar su sed con sangre, pero sin que aparezca este líquido rojo en escena. Es así como lo vemos saborear el placer de cada mordisco, conociendo claramente las consecuencias de sus actos, ya sea en el castillo, calle o galpón donde se encuentre. Durante dos horas nos relata cómo ha transcurrido su vida en los diferentes lugares donde ha vivido y cómo se han repetido sus amores, siendo la inmortalidad por momentos un tormento en su cabeza al perder las personas que más quiere, o lo que más le gusta a su alrededor. Un referente claro de la tradición vampírica que es evidente en Entrevista con el Vampiro de Anne Rice, así como éste encontramos otros referentes del cine en el escenario.

La escenografía es de María Fernández, pudiera decirse que es la mitad de un hexágono que se ubica en todo el escenario, sus lados son toboganes que le permite a los actores deslizarse y suben pisando fuerte para no resbalar, y en lo más alto, las miradas de los más tenebrosos. Por sus lados se trepan las vampiras del castillo y demás personajes. Una estructura que se convierte en lo que sea necesario para la escena, es como un andamio con pequeños tubos y una escalera en la parte de atrás que juega con la imaginación de sus personajes. Se suma en las tablas una estructura circular que se moverá de un lado a otro, y que servirá de cama, silla o lo que necesiten los 11 actores que se encuentran en escena.

Es así como nuevamente somos cómplices de Drácula, quien se pasea por las calles de la actualidad, cargando en su espalda centenares años de vida, con la perspicacia y excentricidad que lo caracteriza. Una puesta de escena que también tiene su toque de humor y autocrítica sobre la figura del vampiro. Un montaje genuino, con su propia esencia, que nos muestra un protagonista más teatral. La iluminación también tiene mucho peso en esta obra, realizada por Carlos Alzueta, quien logra un ambiente lúgubre para relatar la historia. En el escenario se aprecia claramente como convive la nueva creación y el texto original, siendo este trabajo un homenaje a este personaje que nació en 1897 de la mano del irlandés Bram Stoker, y que hoy por hoy sigue vivo.

Comentarios de los usuarios

Añadir comentario

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies