‘Dirty Dancing’, el año que perdimos la inocencia
26/10/2018
Susana R. Sousa
Corría el año 1988 cuando llegaba a España ‘Dirty Dancing’, la película protagonizada por un jovencísimo Patrick Swayze, cuya fama a penas empezada a despuntar a raíz de la serie “Norte y Sur” y una también jovencísma Jennifer Grey, desconocida hasta ese momento. La película, a pesar de los malos augurios y las dificultades antes y durante el rodaje, tuvo un éxito arrollador e inesperado. Tanto es así, que se ha convertido en una de las películas más vistas de todos los tiempos y posee una banda sonora récord de ventas.
Un atractivo bailarín que vive en la cuerda floja y una joven de familia bien que quiere cambiar el mundo están obligados a entenderse tras un acontecimiento que transformaría sus vidas para siempre. El aborto, la sexualidad femenina, la lucha de clases, Martin Luther King y las marchas por la libertad… una comedia romántica que, a pesar de su apariencia predecible, encandiló a millones de personas en todo el mundo. ¿Y cómo una película con una banda sonora formidable no iba a tener su musical? Eleonor Berstein lo tuvo claro, había que llevar Kellerman’s a los teatros.
Pero… un musical que lleva a las tablas una película de la popularidad de “Dirty Dancing”, una popularidad que es también, y sobretodo, emocional, con unos protagonistas tan emblemáticos, una coreografía tan espectacular y una banda sonora de Oscar, es un gran reto y un gran riesgo.
Una gran escenografía no puede suplir unas interpretaciones flojas, aunque hay que reconocer que Letsgocompany ha tirado la casa por la ventana con el diseño de escenarios. Tanto, que la escenografía se come la historia y para quien no la conozca (aunque deben quedar pocos), no es fácil seguirla con tanto cambio de decorado. Nuestra Baby, Laura Enrech, no muestra esa dulce rebeldía que es la base de su personaje, además, le sobra la peluca, que parece que se le va a caer en cualquier momento y a nuestro Johnny, Pablo Ceresuela, le falta naturalidad. Su voz suena impostada y es una pena porque su imagen es perfecta y deja constancia durante toda la función de que es un bailarín consumado. Por su parte, Lilian Cavale, que interpreta a Lisa, está bastante acertada en su papel de hermana mayor ingenua y algo bobalicona, al igual que Juls Sosa, que le da el toque soul al espectáculo con su maravillosa voz. El resto de actuaciones (Fanny Corral, Jorge Galaz, Pedro Ekong, Enrique Cazorla, Javier Ramos…) son correctas, aunque no llegan a transmitir las emociones al 100%.
En conjunto, el musical está logrado, pero el no salirse de la historia original ni aportar nada nuevo, dan lugar a que el público quiera sentir exactamente lo que sintió hace treinta años. Y eso ocurre en muy pocos momentos. Uno de ellos es la escena del lago, muy bien resuelta técnicamente y otro es la escena final, con ese (I’ve had) The time of my life que todos tenemos grabado a fuego en la memoria.
Confieso que yo fui una de aquellas adolescentes que vio la película y quedó fascinada. Me impactó la ambientación (la época, el lugar donde estaba rodada) y los tiempos de cambio que reflejaba la historia, pero sobretodo, me enamoré de Baby, de todo lo que estaba llamada a hacer, de su tímida rebeldía y de su forma de enamorarse de Johnny. Y, por supuesto, me enamoré también de Jonhhy. Quién no. Por ello, es muy posible que la nostalgia me juegue una mala pasada a la hora de escribir sobre este musical, por lo tanto, me voy a despedir animando a todos a que vayan a disfrutar de él al Teatro de la Luz Philips Gran vía. Por muchas razones, pero sobre todo porque siempre, siempre merece la pena disfrutar de un espectáculo de estas características en directo. Porque cada función es única y maravillosa y porque no hay mejor manera de pasar una tarde de miércoles, por ejemplo.
Comentarios de los usuarios