‘Berto Romero sigue con nosotros’
03/03/2017
Susana R. Sousa

Berto Romero es uno de esos humoristas que no sabes muy bien si querrías llevarte a casa para siempre. A veces, te apetecería mucho y otras, sin embargo, preferirías dejarlo donde lo encontraste. Por si las moscas. En esta ocasión, en el Teatro de la Luz Phillips que acoge a Berto, cual refugiado, durante unas semanas para que todos tengamos la oportunidad de ver que es humano y no un holograma en los programas de Buenafuente. Berto es un humorista que, por mucho que lo intente (y lo intenta) no traspasa el umbral del humor zafio y fácil en el que sí resbalan otros monologistas. En realidad, podría decirse que es un cómico elegante, incluso cuando habla de culos, penes y vulvas. De la vulva no habla muy bien, porque entiende que es demasiado barroca y se lía con tanto pliegue y cortinaje, pero al pene le da una consideración especial, aunque no tanta como a su querida nariz. Una nariz que seguramente se las hizo pasar muy putas en el colegio, pero que se ha convertido en su sello de identidad, o bueno, si no queremos ponernos excelsos, en un gag recurrente en todos sus monólogos.
Nos gusta Berto, porque es un humorista maduro, sensato, reflexivo… y además ¡canta! Le hemos visto en multitud de monólogos en televisión, también se le ha podido escuchar en programas de radio, ha sido actor de reparto en algunas películas, algunas incluso taquilleras, tiene un blog y es íntimo del ilustre Buenafuente. Ahora, en su vuelta a los escenarios, también canta. Bueno, quizás ya lo hiciera antes, pero es en este espectáculo donde da rienda suelta a su talento musical y a sus temas más punteros. Todo gracias al guitarrista que le acompaña, claro, porque Berto no tiene pinta de saber ni el solfeo más básico.
En este desternillante monólogo, teatro hasta la bandera y carcajadas constantes, Berto nos relata algunas anécdotas de su más tierna infancia, centrándose en algunos miembros de su familia, como su abuelo, dueño de una sierra eléctrica, y su abuela, a la que dedica una emotiva canción en un momento del show. Nos relata, con ironía, su niñez y su entrada en la madurez, pasando por la experiencia de ser padre de familia numerosa, todo aderezado con música, coreografía e imágenes que son proyectadas en una pantalla al fondo del escenario. 90 minutos que dan para mucho, pero que se quedan cortos, porque la risa es de eso que siempre queremos más.
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